Con un discurso conmovedor de Isabel Allende como momento culminante, Chile record este lunes los 50 aos del golpe de Estado de Augusto Pinochet. Lo hizo dividido, pero en paz.
«Este golpe ha intentado ser justificado, vemos con dolor que hoy se promueve un revisionismo histrico. De manera inslita se busca tergiversar los hechos«, dijo Alende, senadora e hija de Salvador Allende, el presidente depuesto el 11 de septiembre de 1973.
El acto discurri con una tranquilidad que no se adivinaba horas antes, cuando la madrugada del lunes mostraba fro y lluvias intensas en Santiago, tras un fin de semana de tensin y violencia en las calles de la capital chilena.
«Sali el sol, eso significa que aunque no estn, estn», dijo Estela de Carlotto, presidenta de la organizacin argentina Abuelas de Plaza de Mayo, invitada especialmente por el gobierno de Gabriel Boric.
La oposicin de derecha no asisti al acto por considerarlo sesgado polticamente, aunque el ex presidente Sebastin Piera firm el documento «Por la democracia, siempre», que tambin acompaaron los ex presidentes Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet.
La Unin Demcrata Independiente (UDI), que apoy la dictadura pinochetista, emiti antes del comienzo del acto un documento en el que seal que «entre 1970 y 1973 sobrevino un quiebre social, poltico e institucional respecto del cual el 11 de septiembre se transform en algo inevitable».
Allende, que gobern entre 1970 y 1973, impulsaba la instalacin de un Estado socialista en Chile, algo que combati por diversos medios, muchos de ellos notablemente oscuros, el gobierno de Estados Unidos con el secretario de Estado Henry Kissinger al frente.
Boric rechaz que el golpe militar fuera una opcin. «Por supuesto que haba otra alternativa!», dijo el jefe de Estado chileno en un fuerte discurso de 45 minutos de duracin, seguido en primera fila por el ex presidente del gobierno Felipe Gonzlez.
Junto a Gonzlez estaban los presidentes de Mxico, Andrs Manuel Lpez Obrador, de Colombia, Gustavo Petro, de Bolivia, Luis Arce, y de Uruguay, Luis Lacalle Pou, adems del primer ministro de Portugal, Antnio Costa. No asisti el brasileo Luiz Inacio Lula da Silva, que haba anticipado que no llegara a tiempo a Chile desde la Cumbre del G-20 en la India, en la que estaba tambin el argentino Alberto Fernndez, que s haba comprometido su presencia, pero cancel el viaje en el ltimo instante.
Espaa fue representada por dos subsecretarios de Estado, al tiempo que el presidente del gobierno, Pedro Snchez, envi un mensaje en video.
«Hace 50 aos, la democracia chilena fue vctima de un ataque brutal que estremeci al mundo. Aquel golpe brbaro no solo quebr el orden constitucional y derrib un gobierno legtimo nacido de las urnas, sino que fue tambin la antesala de un tiempo sombro«, dijo el lder socialista antes de parafrasear al propio Allende.
«A 50 aos de aquel da triste, miramos atrs constatando una hermosa certeza, y es que al final las grandes Alamedas tanto tiempo cegadas por la oscuridad se abrieron de par en par».
La frase de Snchez remite al discurso por radio de Allende en la maana del 11 de septiembre de 1973, con el bombardeo a La Moneda ya en marcha y poco antes de suicidarse: «Se abrirn las grandes alamedas por donde pase el hombre libre».
El recuerdo del bombardeo a la sede del gobierno chileno fue casi fsico hoy cuando se pidi un minuto de silencio a las 11:52, la hora exacta en la que comenzaron a caer las bombas.
Doce campanadas marcaron el momento: a Isabel Allende se le contrajo el rostro, Maya Fernndez, ministra de Defensa y nieta de Allende, se sacudi, Boric cerr los ojos, Bachelet se conmovi y Lagos se exhibi golpeado.
La senadora Allende, que sigui el acto sentada junto a Fernndez, record aquellos momentos. «Yo haba decidido que si haba otro intento de golpe vendra a la Moneda. Mi marido se encarg de mis dos hijos, me vine en mi Fiat 600, no fue sencillo llegar. Ni mi hermana ni yo queramos partir de la Moneda sabiendo que vena un bombardeo. Mi padre haba decidido quedarse hasta las ltimas consecuencias».
«Cuarenta hombres y mujeres actuaron con lealtad y amor ese da. Recuerdo que mi padre actuaba decidido pero con serenidad. Nosotros sabamos que no se ira. Antes de exigirnos, casi implorarnos, que nos furamos con mi hermana, porque ya venan los aviones, nos pidi que denunciramos lo que estaba ocurriendo. No olvido su ltimo abrazo, su calidez, su amor infinito».
Boric, que cort con decisin un conato de abucheo cuando mencion a Piera, advirti sobre la fragilidad de la democracia: «Hay que recordar la verdad incmoda de que la democracia no est garantizada. La violencia poltica no cabe dentro de ella. A las nuevas generaciones que dan por hecha la democracia, los invito a salir de las pantallas, levantar la vista y preguntarnos qu estamos haciendo por los que vendrn».