El diálogo para un segundo canje de rehenes israelíes por presos palestinos, que hace apenas una semana parecía una esperanza lejana, avanza día tras día desde que soldados israelíes matasen el viernes a tres de sus compatriotas secuestrados, que creían milicianos palestinos, en una sorprendente equivocación.
Cada revelación sobre el incidente añade presión al Gobierno de Benjamín Netanyahu para negociar un segundo canje, después de dos meses y medio de guerra en los que ha privilegiado los bombardeos masivos sobre la liberación de los rehenes. Primero se supo que los secuestrados ondeaban una bandera blanca con el torso desnudo (para mostrar que no ocultaban armas) y que uno fue perseguido hasta la muerte en un edificio mientras gritaba a los soldados que era de los suyos. Más tarde, el ejército admitió que los rehenes habían hecho con tela y restos de comida dos mensajes en hebreo con los textos: “SOS” y “Tres rehenes. Ayuda”. Los militares los interpretaron como un cebo para una emboscada.
Este miércoles, la prensa local ha difundido otro hallazgo que añade sal a la herida. Cinco días antes del incidente, la cámara que llevaba adosada un perro de la unidad militar canina recogió los gritos de “Socorro” de uno de los rehenes. Nadie vio las imágenes en tiempo real. El ejército lo descubrió demasiado tarde, el pasado lunes, cuando recuperó el cadáver del perro (que habían matado milicianos de Hamás antes de ser abatidos por soldados israelíes) y revisar la grabación.
En Gaza quedan aún unos 130 rehenes, un número indeterminado de ellos sin vida, tras el intercambio de decenas por el triple de presos palestinos en la última semana de noviembre. Hasta ahora sus familiares temían que los secuestrados perdiesen la vida en uno de los numerosos y masivos bombardeos aéreos, que su salud cediese a las precarias condiciones o que sus captores los asesinasen. Su nuevo miedo es que acaben volviendo en bolsas por exceso de celo, como los tres del viernes.
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Del avance del diálogo da cuenta el perfil jerárquico en el que se mueve. El líder de Hamás, Ismail Haniye, ha viajado este miércoles a Egipto (uno de los mediadores, junto con Qatar y Estados Unidos) para participar en las negociaciones. También se desplazará una delegación de la Yihad Islámica, un grupo armado más pequeño y radical que también participó en el ataque masivo del 7 de octubre y tomó rehenes. Conscientes del cambio de tono en Israel sobre un nuevo canje, tanto Hamás como la Yihad Islámica han entrado con fuerza en la guerra psicológica en las últimas 48 horas, difundiendo vídeos de rehenes en sus manos.
Tampoco parece casualidad que, en pleno diálogo en El Cairo, los grupos armados palestinos no hayan lanzado ningún cohete contra Israel desde el martes por la tarde, si bien los disparos son esporádicos desde hace semanas, por las dificultades que tienen los milicianos para moverse, transportar los proyectiles y dispararlos desde la superficie de una Gaza invadida y vigilada.
40 rehenes por una semana de tregua
Según el portal informativo Walla, Israel ofrece un acuerdo por 40 rehenes durante una semana de tregua. Se retomaría allí donde encalló el anterior: en las mujeres y los menores. Luego entrarían otras categorías, como hombres ancianos o personas que necesitan atención médica o padecen determinadas enfermedades. Estaría dispuesto a pagar el precio más alto en excarcelaciones, tanto en número como en perfil, como pide Hamás. Todo acompañado, una vez más, de un alto el fuego temporal y de la entrada de más ayuda humanitaria. El jefe del Mosad (los servicios de inteligencia de Israel en el exterior), David Barnea, trasmitió la propuesta el lunes en Varsovia al primer ministro de Qatar, Mohamed bin Abdulrahman Al Thani; y al director de la CIA, William Burns. Israel espera de Washington que presione intensamente a Qatar para que el emirato traslade esa presión Hamás, donde residen varios de sus líderes.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha querido rebajar el optimismo, al admitir que no espera un acuerdo en breve. “Estamos empujando”, ha dicho a los periodistas durante un viaje al Estado de Wisconsin, informa la agencia Reuters.
El principal escollo es de fondo. Hamás insiste en un acuerdo global y definitivo: todos los rehenes a cambio del fin de las hostilidades. Lo ha reiterado este miércoles uno de sus dirigentes, Ghazi Hamad, al señalar que “no participará en el juego” de pactar una nueva liberación de rehenes para que vaya seguida de “otra ronda de asesinatos masivos”. El número de palestinos muertos ha alcanzado este miércoles la simbólica cifra de 20.000, de los que unos 8.000 son menores y 6.200 mujeres, según el Ministerio de Sanidad del Gobierno de Hamás.
Netanyahu, primer ministro al frente de un Gobierno de concentración, ha respondido de manera indirecta, con un ojo puesto en las crecientes presiones internacionales para poner fin a la campaña o al menos —como le pide su imprescindible aliado Estados Unidos— rebajar su intensidad y entrar en una fase más parecida a la lucha contra una guerrilla insurgente en la clandestinidad. “Vamos a seguir la guerra hasta el final”, ha advertido Netanyahu en un comunicado. “Seguirá hasta que Hamás sea eliminado: hasta la victoria. Quien crea que nos vamos a detener está desconectado de la realidad. Estamos atacando a Hamás con fuego intenso, también hoy. También a sus cómplices, cerca y lejos. Todos los terroristas de Hamás, desde el primero hasta el último, son hombres muertos. Solo tienen dos posibilidades: rendirse o morir”, ha agregado.
Continuar la guerra supondría, para los gazatíes, semanas o meses de una precaria comida al día, agua racionada y diarreas por beber la que no es potable. La agencia de Naciones Unidas para la infancia, UNICEF, ha recordado este miércoles que los cientos de miles de niños desplazados en el sur de Gaza solo tienen acceso a un 10% del mínimo necesario de agua para hidratarse y mantener la higiene. Es decir, a no más de dos litros al día. También ha subrayado el estado “crítico” de los sistemas de agua corriente y saneamiento de la zona.
Allí en el sur está la ciudad de Rafah, que ha ido absorbiendo primero a todos los desplazados del norte y, posteriormente, a los de la dura ofensiva por tierra, mar y aire sobre la ciudad de Jan Yunis, en el sur. En ocasiones, son los mismos. Se ha convertido en la zona con mayor densidad poblacional de Gaza, que ya antes de la guerra era el lugar del planeta en el que más personas (2,3 millones) vivían en relación con las dimensiones. En Rafah se concentran ya más de 12.000 personas por kilómetro cuadrado, ha señalado este miércoles la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA).
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